En la escuela de la vida, las lecciones más importantes las aprendemos de los hijos. No sólo los hijos nos enseñan cosas maravillosas como el amor incondicional, la paciencia y la tolerancia, sino también si estamos dispuestos a observarlo, las cosas que aún nos duelen y debemos trabajar.
Cada experiencia e interacción con nuestros hijos es una oportunidad para aprender acerca de nosotros mismos. Cómo respondemos a sus demandas, a sus berrinches e incluso a su amor nos muestra tanto de nosotros como del propio hijo. Estas respuestas, generalmente automáticas, cuando se presentan de manera frecuente y de forma repetida nos indican los focos rojos a analizar que aún no han sanado del pasado.
Cada hijo nos despierta distintas emociones y reacciones. Cada hijo, por lo tanto, nos presenta innumerables oportunidades para aprender y trabajar en patrones irresueltos. Cuando un hijo nos reta o presenta una determinada conducta, se desencadena en nosotros un repertorio de respuestas de manera incontrolable. El niño grita, el padre grita más fuerte, se ponen castigos, se dicen amenazas y al final del día todos terminan agotados. Con el tiempo, estas interacciones se convierten en un patrón y la relación poco a poco se va desgastando.
Pero, ¿cómo podemos frenar o revertir un patrón, cuando los hijos de verdad están fuera de control? ¿Cómo puedo hacer para que mi hijo cambie su comportamiento y responda a mis demandas y las demandas de la vida como yo espero?
La respuesta no está en el hijo, ni en buscar cambios en ellos. La respuesta está en nosotros y en el poder entender y detener nuestra respuesta.
La próxima vez que te encuentres frente a una conducta que te desencadena una reacción automática, como gritar y amenazar, intenta dar un paso atrás, respirar y frenar esa respuesta. Continúa respirando hasta lograr calmar la tentación de gritar y trata de pensar de dónde viene el impulso. Gira el foco del reflector hacia adentro y observa qué encuentras. ¿Una necesidad de control? ¿Un sentimiento de impotencia? ¿Un desgaste emocional? ¿Una sensación de no ser valorado? Cosas totalmente ajenas al niño y al momento presente y más vinculadas al pasado y expectativas aprendidas.
Si bien es importante educar y poner límites, también es importante aceptar las conductas de nuestros hijos y tratar de entenderlas como parte de una dinámica que involucra a la familia completa. No se trata de no poner reglas o enseñar modos de expresión adecuados sino de identificar qué estamos aportando nosotros a la dinámica de la relación y qué cambios podemos hacer en nosotros mismos para lograr un cambio en ellos.
Aprender de los hijos requiere trabajo y estar dispuestos a aceptar nuestra responsabilidad en la conducta de ellos, requiere paciencia y estar abierto a probar nuevas formas de entender y resolver un problema.
Artículo previamente publicado por revista Viva! The Woodlands Magazine.